Hace tiempo que no me tropiezo con la figura del vendedor o vendedora de castañas por nuestras calles, y mira que era algo habitual en las fechas previas al navideño mes de Diciembre pero claro, también es cierto que no tenemos el clima otoñal que hasta hace poco era típico de estas fechas.
El caso es que envuelto en una maraña de recuerdos, la tarde se presentaba con el nostálgico calendario de la costumbre haciéndome sentir que olía a carbón y a brasas, mientras la nube de humo se elevaba sobre la gente ansiosa por hacerse con el cartucho repleto de castañas.
A día de hoy, si te soy sincero, nunca supe si prefería el manjar que me esperaba tras aguardar en la cola o la sensación de entrañable calor entre las manos mientras la humedad del ambiente calaba los huesos.
Cuando los días amanezcan fríos y regreses a casa paseando bajo la lluvia, no dejes de buscar algún puesto ambulante, si aún tienes la suerte de vivir dónde no se ha perdido esa costumbre, porque de veras que merece la pena la experiencia.
En el fondo, y sea por la razón que sea, esta ilustración está compuesta por trazos etéreos como el humo y tinta negra como el carbón.
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